Cortázar tituló un libro de cuentos Todos los fuegos el fuego. Nosotros queremos escribir “Todos los campos el campo”. Hay muchos campos, como hay muchos fuegos. Está el campo salvaje, el domesticado, el cercano a la ciudad, el remoto, el que reproduce formas urbanas, el que las evita. El campo se define, con frecuencia, más por negación que por afirmación: es todo lo que no es ciudad. Esta es una forma pobre de hablar de algo rico, una manera simple de intentar entender algo complejo.
El campo no es una cápsula espacio-temporal, un lugar ajeno a los vaivenes de la sociedad: la acompaña. El campo puede atrapar el espíritu de su tiempo. Así lo entiende una nueva estirpe de hoteles que revisan la idea de hotel de campo. Igual que las relaciones personales y las formas de trabajar evolucionan y cambian, también lo hacen los hoteles. Un hotel ya no es una suma de lobby+zonas comunes+habitaciones; ahora este formato se rompe. Esto afecta también a estos nuevos hoteles.
Monteverdi tiene forma de lo que los italianos llaman albergo diffuso, un concepto de alojamiento que surgió en los 80. Son hoteles que se funden con el pueblo; se borran las fronteras entre ambos. Este lugar de la Toscana menos frecuentada es un proyecto global que abarca doce habitaciones, villas de alquiler, gastronomía, arqueología, bienestar y residencia de artistas. El factótum de Monteverdi es Michael Cioffi. Este abogado de Ohio llegó a este lugar hace un par de décadas y comenzó a restaurar casas con calma, a interesarse por el pasado y a investigar para recuperarlo; 20 años después continúa rehabilitando y alimentando sus proyectos culturales. Monteverdi está en continuo movimiento. Nadie se acuerda de llamarlo hotel, aunque sus habitaciones se reserven. The Newt, recién abierto en Inglaterra, también está fuera de formato. Este lugar situado en Somerset es tan jardín como hotel, tan fábrica de sidra como parque de ciervos. Se puede visitar el entorno sin tener que dormir en él, de hecho, salen excursiones desde la estación de Paddington, en Londres. El paisaje y los jardines son de un nivel altísimo: solo han tardado 2,000 años en formarse. También se puede hacer un tour para aprender la cultura de la sidra o salir a conocer a los ciervos en su entorno. Hay muchos. Si se elige pernoctar, los alicientes son muchos. Los espacios originales se han respetado y se puede dormir en un establo con una decoración exquisita. Este es un proyecto que une pasado y futuro con un hilo invisible. Otro lugar que está en la misma sintonía es Finca La Donaira. Este lugar de Andalucía contiene un hotel o ¿el hotel contiene la finca? En este eco-retreat se lleva al extremo la voluntad de ir a favor de la naturaleza dejando el menor impacto posible. Los materiales son rústicos y crudos, la cena se realiza en mesa comunal, la comida es reconocible y viene de sus granjas orgánica y granja; los animales son aquí tan invitados como las personas.
Una sociedad cada vez más urbana deja de lado a los animales. Por eso, los nuevos hoteles de campo los integran. No son amenities del hotel, sino que son auténticos compañeros. Conectar con la naturaleza (que es para lo que se acude a estos hoteles) es más fácil cuando están cerca. Igual que La Donaira cuenta con una yeguada propia de caballos lusitanos en Le Barn, en Francia, los caballos también son clientes VIP. Esta es una casa de campo del siglo XIX situada en el Bosque de Rambouillet, a menos de una hora de París. Está en un terreno de 200 hectáreas en la propiedad que un día usaron Enrique IV y Gabrielle d’Estrées para dar rienda suelta a su amor clandestino. Se ha inspirado en los cobertizos agrícolas preexistentes de la finca en la que está. El edificio asume su origen agrícola y se recrea en referencias de los años 50 y 60, así como en la herencia de Eiffel al dejar al aire la estructura metálica. El estudio Be-Poles ha buscado el diálogo interior y exterior diseñando espacios abiertos en total contacto con la naturaleza. En Le Barn las actividades ecuestres tienen mucha importancia. Hay cursos de iniciación para niños y adultos, paseos por el bosque y cursos de descubrimiento de la etología, algo que diferencia a este hotel tan inclasificable.
El nuevo hotel de campo no pierde de vista que se dirige a gentes de ciudad. Quiere ayudarlos, ayudarnos, a reconectar, algo más importante y contemporáneo que desconectar. También a sentirnos viajeros evolucionados. Buscamos en estos hoteles neo-rurales lo que no tenemos cada día: silencio, espacio, horizonte y un tiempo líquido. En estos nuevos alojamientos se busca el bienestar; de hecho, en muchos de ellos el spa es mucho más que un espacio de piscinas y masajes: es parte del mapa genético del lugar. Monteverdi cuenta con uno de los escasos spas de Santa Maria Novella fuera de Florencia. La experiencia de seguir un ritual de belleza en un baño exterior con vista al Val d´Orcia no tiene precio. La Donaira tiene un spa completo que incluye piscina de 21 metros, tratamientos de la cabeza a los pies, clases de varios yogas, meditación y terapias varias que confirman que buscar la conexión con la naturaleza no está reñido con buscar los placeres. Soho Farmhouse encapsula esta idea de manera espléndida. Este ¿hotel? ¿granja? ¿spa? ¿todo lo anterior? es parte del universo Soho House. Situado en Oxfordshire revisa la idea de granja tradicional y la trae al siglo XXI. Parte de su propuesta es un spa potentísimo en torno a la firma Cowshed, también parte del mismo grupo. Cuenta incluso con pabellones propios para la sauna: un delirio para amantes del bienestar. Los espacios son nada minimalistas y tremendamente cálidos. Aquí hay cerámica de Whichford, tejidos de flores, acabados en bruto y una paleta de color sofisticada porque el nuevo campo puede y debe serlo. La estética británica se funde con la de las cabañas neoyorquinas y el resultado es un lugar que abraza.
Situado en Oxfordshire, revisa la idea de granja tradicional y la trae al siglo XXI, con espacios nada minimalistas pero tremendamente cálidos
El campo es muchos campos. Este nuevo hotel rural también lo es cuando está frente al mar. Helenekilde Badehotel revisa lo que entendemos como hotel de playa. Se trata de una construcción sencilla (que no simple) situada en la costa de Dinamarca. Quien llega aquí lo hace después de haber viajado mucho. Este pequeño hotel (con 27 habitaciones) tiene una decoración escandinava sin clichés, donde el blanco es protagonista. Cultiva la calidez en el trato y una forma de entender el viaje de manera íntima. Por algo fue pensado como una casa privada: la adquirió el constructor Mr. Grüner para su mujer en 1896, fue convertida en hotel en 1904 y comprada y restaurada en 2008 por el bailarín Alexander Kølpin. La idea aquí es estar rodeado de calma para vaciarse de estímulos y mirar al mar como lo haríamos desde el porche de nuestra casa. La reconexión pasa por una decoración que no moleste pero que inspire y por la armonía entre el interior y el exterior.
La reconexión, la gran palabra del momento, está unida al concepto del viaje transformador, ese que nos devuelve a casa distintos de como salimos. Hay lugares que buscan ese cambio interior a través del peso del pasado, de la cultura local. Finca Serena (Unico Hoteles), abierto hace unos meses en el interior de Mallorca, España, se toma esto muy en serio. Se trata de un proyecto familiar que gira en torno a un edificio que data del siglo XIII rehabilitado y convertido en hotel. Aquí se promueven la paz y la serenidad, de ahí el nombre. A ella se llega a través de la cocina local, de los paseos entre viñedos, del sueño reparador entre sábanas blancas, de los desayunos largos como tardes de verano. Esto también ocurre en Metohi Kindelis, otro proyecto familiar que está en Chania, en la isla griega de Creta. La armonía con el entorno aquí es total. El propio edificio cuenta parte de la historia de la isla: fue construido por los venecianos a finales del siglo XVI como casa de campo, luego convertido por los otomanos en granja y comprado por la familia Kindelis a principios del siglo XX. Además, sigue siendo la residencia principal de la familia y una granja activa de cultivo orgánico donde se siembran 25 variedades de fruta. En el futuro cercano se comenzará la producción de una línea de artículos ligados al echos de Metohi realizados por artesanos locales.
Danai Kindelis, la artífice de este concepto que busca conectar con uno mismo y con el entorno, explica a Container que lugares como Metohi Kindelis “tienen la obligación de promover los ideales como el respeto por el planeta y la comunidad local. El diseño bonito y estiloso es muy fácil de encontrar hoy en día, pero una identidad sólida y auténtica con belleza intemporal es algo menos común y desde luego más especial. Cada vez hay más viajeros que turistas, gente que elige su destino de vacaciones basándose en sus valores e ideales”.
El hotel de campo del siglo XXI es así: mira hacia adentro más que hacia fuera, no busca el like (aunque lo consigue) y no quiere que desconectes, sino que te conectes contigo y con la tierra que pisas.