El respeto por el patrimonio construido tiene una cercana relación con el entendimiento de nuestra cultura, los edificios y ciudades creados por civilizaciones pasadas son testimonios, dignos de salvaguardar para admirar y educar. Su valorización, no obstante, depende de muchos factores como su utilidad y vigencia.
La conservación o restauración del patrimonio construido es uno de esos temas donde más de una ideología tiene puntos válidos a su favor, la pugna entre antiguo y nuevo es la partición entre quienes abogan por la conservación tradicional y aquellos a favor de su preservación o modernización. Las ciudades comienzan a perder sus características distintivas cuando los marcos que protegen al patrimonio se ven rebasados por el interés inmobiliario, igualmente existen casos donde la persistencia de uno o un conjunto de edificios, se convierte en una necedad, pues su valor se ha perdido y la comunidad podría hacer mejor uso del espacio.
Existen dos escuelas de pensamiento que dominan el tema sobre el tipo de acciones que debe o no tomar quien interviene una obra. La primera y más tradicional es principalmente representada por el crítico y teórico John Ruskin (1819-1900), quien defiende la conservación para alargar la vida del edificio, sin agregar o alterar la obra. En contraste, otros arquitectos pensaban que la restauración era una oportunidad, como diría Eugène Viollet-le-Duc (arquitecto, arqueólogo y escritor francés, famoso por sus restauraciones), “llevar al edificio a una condición mejor que la que nunca tuvo”, y eso implica modificar o quitar elementos. Inevitablemente, toda construcción debe enfrentarse a la ineludible realidad de su caducidad, ya sea por decadencia o por falta de valoración y por consecuencia, a su destrucción. Difícilmente se encontrará una respuesta definitiva al debate, pues siempre habrá un contraargumento, pero en diferentes casos de estudio se observa el valor de las posturas y su funcionamiento en cada caso particular.
Conservar reminiscencias
La Ciudad de México es hogar de cientos de inmuebles catalogados por el INBA como patrimonio cultural urbano; estas construcciones varían en estilo y datan de distintos siglos. El centro histórico es notable por la conservación de edificios coloniales y un ejemplo de revitalización urbana, muchas alcaldías están pobladas de maravillosos ejemplos en decadencia de art nouveau, art deco y arquitectura moderna. Algunos no conservan más que su fachada y detrás se asoman los escombros de estructuras comprometidas, difíciles de intervenir y que representan riesgos civiles. La conversación entre conservar este patrimonio o removerlo se avivó con el sismo de 2017, donde nuevamente muchos inmuebles se vieron gravemente afectados. El sismo de 1985 demostró que la resistencia estructural de la arquitectura moderna era insuficiente, la carencia de acciones para mantener muchos de estos edificios, solo generó acumulación de daños con el sismo pasado, reduciendo las oportunidades para salvaguardar nuestro patrimonio. La mejor de las disposiciones por parte de arquitectos o asociaciones civiles es insuficiente contra la falta de herramientas legales previstas para la conservación patrimonial en la Ciudad de México.
Borrar la historia
Tras el incendio acontecido en 2019, el futuro de la Catedral Notre Dame de París generó controversia respecto al tipo de tratamiento más conveniente para el edificio, modernización o conservación. La catedral que conocemos en la actualidad es producto de numerosas intervenciones. La amplitud de su contexto es el resultado de la transformación haussmaniana, Viollet-le-Duc agregó las gárgolas y aguja de 96 metros en el siglo XIX. Las opiniones que indican su preferencia por regresar la Catedral de Notre Dame a su estado previo, desestiman que esta construcción es la suma de la historia colectiva de París. La imagen que tendrá el edificio al concluir sus cinco años de reparaciones todavía es una incógnita, pero las propuestas en el concurso The Peoples Notre Dame Design Competition, indican una inclinación por un toque de modernidad que celebre su historia.
Identidad urbana y reciclaje
La revalorización de vecindarios debido a su carácter arquitectónico y cultural, es un fenómeno global. La proliferación de zonas suburbanas que distinguió el crecimiento habitacional del siglo XX en Estados Unidos, está disminuyendo debido a la inclinación de nuevas generaciones por regresar a ciudades con historia. Uno de los mayores contraargumentos a la conservación de estos vecindarios, es la incapacidad que representan sus tipologías para densificar, contribuyendo a la demolición por espacio constructivo. Little Havana en Miami, ha sido parte de un programa de planeación urbana y de vivienda, Little Havana Me Importa, que busca conservar su patrimonio al aprovechar estacionamientos, terrenos y edificios desocupados para proveer espacio de desarrollo. Se calcula que la iniciativa pueda crear 10,000 viviendas, 550 negocios nuevos y 2,500 empleos, sin quitar un solo edificio. De igual forma, ejemplos de proyectos de reciclaje arquitectónico preservan los símbolos de una comunidad y demuestran que es posible adaptar el patrimonio a nuevas necesidades urbanas.