A la esencia minimalista, a cuando "menos es más", frase popularizada a finales de los años 40 por el arquitecto Ludwig Mies van der Rohe, y que hoy, cobra más fuerza que nunca. Formas simples, abstracciones geométricas que se centran en el color y las líneas, celebrando la luz y la sombra. Aquí, un claro ejemplo.
Con una gama de colores contenida, estas antiguas oficinas se convirtieron, después de una reforma, en una vivienda donde el blanco de paredes y techos junto al pavimento cerámico artesanal (en formato rectangular) cobran el absoluto protagonismo.
Según el estudio de diseño, el piso, con su tono y forma dotará de continuidad a todo el espacio, a la vez que realza la belleza de los techos.
La distribución original era una sucesión de estancias conectadas a través de un pasillo largo y oscuro. A la hora de reinventar el espacio, se reorganiza con el fin de incorporar luz al interior de la vivienda y equiparla de mayor calidad.
Salen a la luz de esta manera las molduras que habían sido ocultadas por un falso techo, y deciden recuperar la altura principal de cada habitación dejando a la vista las molduras, pero esta vez, con una cuidada restauración de las mismas.