Las obras de arte se salen de los museos y se instalan en los hogares. El coleccionismo de arte ha cambiado de forma, anteriormente se limitaba a resguardar valiosas piezas en bodegas como tesoros ocultos, o bien en galerías para que fueran disfrutadas por quienes las visitaran; ahora los coleccionistas quieren presumirlas directo en sus hogares.
Cada vez más casas están apostando por vestirse con ellas, por lo que el diseño de interiores debe encontrar el balance entre el arte de la arquitectura por sí misma y el de las obras que serán exhibidas en el espacio. Asimismo, no hay que olvidar que no se trata de un museo o una galería, por lo que debe hallar el punto medio en el que las obras brillen, pero se mantenga un calor de hogar.
Con esto en mente, se tiene que pensar en un diseño en el que se unan la creatividad y la funcionalidad. Para ello, la mayoría de las casas que se han hecho famosas por su cantidad de arte han tenido como común denominador un concepto abierto y el uso de un diseño minimalista en los acabados, como pisos lisos de madera, paredes de concreto o colores sólidos. Sin embargo, eso no es ni una regla, ni sería todo lo que se requiere para crear un espacio digno de un coleccionista.
Ubicación de las piezas
Para empezar, la manera de acomodar las obras debe verse como algo intencional. Para ello hay que buscar hacer una composición en la manera en la que cuelgan los cuadros. Una de las maneras más llamativas es crear una pared completa con obras que se complementen y tengan distintos tamaños y formas. Otra forma es llamar la atención a la obra a través de lo inesperado, por ejemplo, en lugar de elegir el centro de la pared, colocar la pieza radicalmente hacia un lado.
Una de las nuevas tendencias que se deja ver es descolgar las piezas, recargándolas en el piso contra la pared o sobre un librero, por ejemplo. Este acomodo contemporáneo también tiene que ver con el tipo de obra que se elige, algo muy clásico puede verse extraño en un acomodo de este estilo. Por otro lado, crear grupos es una de las soluciones más atractivas para ubicar el arte, que bien puede ser por tipo de obra, por artista o por estilo, creando una esencia distinta para cada habitación de la casa.
Combínalo con el mobiliario
No hay que olvidar que, a diferencia de una galería o museo, aquí las obras deben ser parte del hogar, por lo que deben maridarse con el resto de la decoración. Una buena manera para lograrlo es a través de la combinación de colores y de sus líneas con las de los muebles y adornos. Por ejemplo, un cuarto con muchas líneas curvas en lámparas, candelabros y muebles, como sillas o mesas, lucirá mejor con una obra en la que también predominen este tipo de líneas.
En cuanto a color, es preferible buscar la armonía, ya que el fin último del espacio no es crear impacto, sino ser un sitio de descanso, de reunión, de refugio. Elegir un color predominante de una obra y repetirlo en el cuarto funciona muy bien. Si no se hace en la pieza de mobiliario completo, por lo menos en los detalles como en cojines, frazadas, manteles, etc. O bien, en lugar de elegir un solo color, irse por la gama completa de tonos; si en la obra predomina un grupo de colores, replicarlos en distintos puntos del cuarto.
La siguiente fase para combinar obras con mobiliario es la ubicación, cómo van a convivir de manera espacial. Esta convivencia puede crear distintos tipos de ilusiones; un ejemplo es elegir piezas horizontales muy marcadas como un loveseat o una mesa abajo directamente de una obra, que la haga resaltar como si la subrayara. La idea es que ninguno predomine por encima del otro, que no lo opaque, sino que haya aire entre todos los elementos para que tengan su propio espacio. Con esto en mente, el estilo es crucial. Para conservar la armonía, si el mobiliario es contemporáneo debe convivir con obras de arte del mismo tipo; así como si es clásico, la mejor elección de arte será clásica.
Iluminación
La luz puede hacer toda la diferencia entre una presentación grandiosa y una muy mal lograda. Para elegir qué iluminación usar primero hay que pensar en qué tipo preservará mejor el arte y no en la estética, ya que una mala elección puede terminar por dañar una pieza y deslavar su color. Las luces muy agresivas, como las fluorescentes, producen mucho calor y son las que más daño ocasionan.
Para hacer destacar una obra hay que colocar una fuente de luz focalizada que sea tres veces más brillante que la iluminación general del cuarto y de preferencia en un ángulo de 30 grados para evitar reflejo del vidrio. Ahora bien, las luces emiten calor y éste puede dañar una pieza, entonces habrá que compensar con distancia, si al poner la mano entre la fuente de luz y la obra puedes sentir el calor, hay que alejarlas más. Una de las mejores opciones es la iluminación con LEDs porque emiten poca radiación ultravioleta y calor.
El sol no es un gran aliado, ya que los rayos UV ocasionan que se pierda el color y se desgaste el material. Es por ello que lo más recomendable es evitar colocar piezas de arte en donde hay entrada directa de luz solar. Si resulta imposible alejarse del sol, la mejor solución es enmarcar la pieza con acrílico que tenga protección UV en lugar de vidrio.
Enemigos del arte
Aunque se encuentren enmarcadas, las piezas artísticas son delicadas, por lo que hay que evitar colocarlas cerca de elementos que cambien el ambiente y puedan afectar su integridad. Estos elementos pueden ser los conductos de ventilación, las chimeneas o los radiadores, que provocan cambios en la temperatura y la humedad y pueden provocar daños.
La humedad es un grave problema, por lo que resulta conveniente instalar un sistema de control de humedad o un monitor para asegurar que se mantenga entre 50 y 55%. Este nivel evita que aparezcan problemas como el moho, que surge en ambientes húmedos, pero también previene que los materiales se sequen de más y se quiebren, lo que sucede en un ambiente demasiado seco.
La temperatura, el otro tema importante, en particular el calor. La recomendada es entre 18 y 23 grados centígrados, ya que más alta puede provocar que los materiales más delicados se resequen, se quiebren o incluso cambien de color, en especial papeles, metales y telas. De la mano con lo anterior, los contaminantes del ambiente también pueden llegar a afectar las piezas de arte, por lo que los purificadores de aire resultan una gran inversión para proteger una colección.