El alma de las rocas

El alma de las rocas


Aunque la formación de este artista dista mucho de su pasión, Peñalta, su nombre artístico, pasó gran parte de su vida dando rienda suelta a su arte de manera “encubierta”. Sin exposiciones, sin focos, sin prisa.


Desde pequeño lo tuvo claro, cuando tuviera que elegir carrera, artes plásticas sería la opción, pero como pasa con más frecuencia de la necesaria, había que estudiar algo que te diera para comer... Así que, la opción b ganó la partida. Abogado de profesión, pasaba las clases y posteriores sesiones ante la corte (reconoce entre risas) dibujando. Y dibujaba de forma constante, “me conecté emocionalmente con el dibujo para todo tipo de situaciones, buenas o malas. Desde primaria hasta la universidad”. Y así ejerció su profesión durante años, pero nunca pudo dejar de “vivir” y casi de forma clandestina dibujaba y dibujaba.

Lo que no sabían mis queridos padres es que de lo que se trata es de vivir, no solo de comer. Yo vivo de dibujar; vivo de eso, no como, que no es lo mismo.

Decidiendo (Foto: Miguel Morales)Un día (nos adelanta que la historia no es tan glamurosa como le gustaría), sentado en el baño público de un centro comercial, se dio cuenta que en el techo había atrapado un rostro. Siempre lleva un grafito con él, así que con éste se dispuso a liberarlo. Ese fue el primer encuentro con la que es ahora su técnica: pintar sobre roca, ya sea mármol, ónix o cuarcita, y ver a quién puede liberar...

En ese proceso comenzó a romper cartones, los que trataba después de reconstruir con las siluetas que quedaban marcadas en él. Trataba de sacarles la cara, la forma, la esencia. De eso a dibujar sobre la roca tan solo había un paso, y desde entonces hasta ahora, ya pasaron nueve años. “Comencé a liberar, al más puro estilo grafitero de barrio”, nos cuenta con humor. La curva de aprendizaje fue muy larga, empezó con acuarela y después vio su vulnerabilidad; lo que necesitaba era óleo. Cuando experimentó con él fue como un reencuentro de materiales. “Me di entonces cuenta que la roca es el más perfecto de los lienzos. Fui descubriendo que éstas son como las personas, cada una distinta, con diferentes comportamientos, pero una vez que las conoces te dan la oportunidad de descubrir su actitud”.

El proceso creativo de Peñalta es como una cena de Navidad, desde que sales al mercado (incluso antes, imaginando que vas al mercado) con la ilusión de lo que vas a encontrar. Se trata de que surja un diálogo consigo mismo a través de la naturaleza cuando se encuentra con las rocas. “Lo que yo pretendo es bailar al son del ritmo que toca la naturaleza, con sus vetas, su improvisación. La naturaleza crea su obra y lo que yo hago es completarla”.

¿Cómo eliges los materiales que utilizas para cada trabajo?

Comienzo a ver las placas, a descartar y a despertar la oreja para ver dónde están los murmullos o, a veces, los gritos de los seres que están ahí atrapados desde hace millones de años. Me guío por las insinuaciones, visuales o auditivas, metafóricamente hablando. Esta primera parte del proceso es ver rápidamente. A partir de aquí comienza la parte extasiante.

Entonces (Foto: Miguel Morales)

¿Cuánto tiempo suele llevar hacer una pieza desde la concepción hasta su finalización?

No hay tiempo, depende la pieza. A veces pasa mucho tiempo y no les veo nada, y de pronto digo “¡aquí está!”. Las intento poner por donde circulo siempre, para verlas continuamente.

Paso a paso con la roca...

Pongo la placa en el bastidor y me siento, ahora sí, tranquilamente, a observar; algo que hoy en día hasta puede resultar transgresor. ¡Quién puede darse el lujo (porque es un lujo) de sentarse a observar! El tiempo que me puede tomar es muy variable. A veces son evidentes y otras no. Tratar de sacarlo no es nada fácil. Después de este proceso de observación, hay que comenzar a completar las vetas. Destruir lo que ya está construido.

El Soldado (Foto: Miguel Morales)

¿Qué tanto es la realidad de la piedra y qué tanto es tu percepción?

La naturaleza manda, ese el mensaje. De lo que se trata es de ajustarse, de adaptarse y seguir los ritmos; en la vida todo es ritmo. Muchas veces anhelamos que todo fuera un lienzo en blanco, y que pudiéramos pintar en función de lo que queremos. Pero no, la vida es como una placa de mármol llena de vetas, tenemos que construir a partir de eso. Esta es tu placa, te tocó y aquí viene una veta. Ante esto tienes dos posibilidades: lamentarte o decir sobre esto voy a construir, siguiendo el ritmo.

¿Qué te apasiona de escuchar a las rocas?

Ir encontrando las pinceladas milenarias de la naturaleza, sobre las que yo debo continuar. Mi trabajo es intervenirlas y poblarlas con caras, ya sean humanas o animales. Qué es de la naturaleza y qué es mío, a veces ni siquiera yo sé. Al final es algo que se mimetiza. Es uno solo. El eterno retorno, construcción-destrucción.

¿Cuáles son los desafíos a los que te enfrentas?

No sé si llamarlo desafío, porque no es un problema, es más bien el gusto de encontrar lo que está aquí escondido. Sé que me está hablando y no sé quién está del otro lado. El desafío es: te voy a encontrar. Pasar por cincuentava vez al lado de una roca y decir ¡aquí está, cómo no lo había visto antes!

¿Cómo recibes el reconocimiento por tu obra?

Jamás pensé que esto pudiera tener ningún tipo de repercusión. Nunca tuve prisa, ni por exhibir, ni por encontrar. Mi trabajo fluía con libertad total. Poco a poco me fui dando cuenta que tan solo el hecho de pintar vale por sí mismo. Cuando me siento en mi taller y llega una hora determinada del día, un clima especial, un determinado tipo de música, un estado de ánimo, se junta la inspiración y llegas al punto de decir, si vendes qué bueno, pero lo verdaderamente importante es cuando yo termino una obra y me digo a mí mismo: esto ya no me lo quita nadie. Eso vale más que la obra en sí misma, el poder haberlo hecho, el tomarse el tiempo para hacerlo.

Miradas (Foto: Miguel Morales)

¿Qué artistas te han inspirado a lo largo de tu vida?

Muchísimos. Desde niño y sobre todo cuando salí de la universidad (al no poder haber estudiado una carrera artística), veía y estudiaba a artistas, pero una de las influencias más importantes, sin duda, es Goya. Lo traigo hasta en las entrañas. Otra inspiración tremenda para mí fue Egon Schiele, quien con tan solo 27 años emanaba talento y emotividad en cada uno de sus trazos, fue alguien totalmente disruptivo para la época.

Y por último, pero no menos importante, ¿de dónde surge Peñalta?

Es un sobrenombre que surgió hace muchos años cuando me fui durante una temporada a una casita que tengo en lo alto de una peña para reflexionar si valía la pena vivir. Y puedo decir que, definitivamente, sí, sí lo vale.

 

*Foto de portada: Niña Migrante (Miguel Morales)