El mundo de la arquitectura se despide de un grande, César Pelli, el argentino experto en rascacielos que decoró lo más alto del paisaje, mientras mostraba su cara más humilde firmando en el anonimato cada una de sus obras.
A sus 92 años dice adiós esta eminencia de la arquitectura, galardonado con múltiples reconocimientos como la medalla de oro del American Institute of Architecture (1995), el Premio a la Vida y Obra otorgado por el Premio Obras Comex (2006), y el Premio Konex Brillante que le otorgó la Fundación Konex, como la figura más relevante de las Artes Visuales de Argentina de la década (2012).
Su carrera abarca desde la década que trabajó bajo la tutela del finlandés Eero Saarinen (autor de la terminal de la TWA en el aeropuerto Kennedy, Nueva York), la forma su propia firma, de la mano de Fred Clarke, Pelli Clarke Pelli Architects y llevó uno de sus primeros proyectos en solitario, la primera ampliación del Museum of Modern Art de Nueva York (1977), hasta su docencia en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Yale (1977-1984).
Pelli trabajó bajo un modelo criticado por algunos por su “falta de ambición”, la obra era el foco de atención, no el arquitecto ni el cliente, además se adecuaba estrictamente al presupuesto y al calendario de entrega, uno de los factores que impulsó su carrera, la funcionalidad y eficacia de su trabajo lo posicionaron en el mapa como uno de los mejores arquitectos de la época.