Arquitecturas de la felicidad

Arquitecturas de la felicidad


Nadie está triste en el borde de una piscina. Una piscina es una construcción que existe para generar bienestar. Es un invento de las sociedades desarrolladas que lanza un mensaje directo: estoy aquí para hacerte feliz. Eso es así en una aldea de Yucatán, en Tokio y en el campo portugués. A lo largo de la historia la piscina se ha usado para el fin para el que fue concebida. Esta consistencia la fortalece  y le ha permitido consolidarse como arquitectura de felicidad; por eso merece ser celebrada. Este paseo mojado por piscinas de hotel de todo el mundo es nuestro homenaje.


La piscina tiene una enorme carga simbólica. Concentra una lectura económica, social y estética. Es una construcción que, con su aparente frivolidad (es para nadar o refrescarnos) sirve de excusa para hablar de arquitectura, de triunfo económico, de progreso (o no) social o de la evolución del ocio; hasta permite hablar de política: en España un partido entró en crisis porque sus dirigentes habían comprado una casa con piscina. Nadie escapa a su poder y no hay que bañarse para caer rendidos ante él. A veces basta con mirarlas o con tenerlas. Tener, el verbo que define a la piscina como símbolo de diferenciación social, de estatus. Pero esa es solo una de sus acepciones, y quizás la menos romántica. La piscina es un territorio de ingravidez, en el que todo pesa menos. Esto lo sabe bien Tadao Ando (Pritzker 1995), que diseñó Setouchi Aonagi, en Japón, donde encontramos la expresión más depurada de una piscina; es una lámina de agua que se funde con el mar interior de Seto hasta hablarlo de tú a tú. Cuando el sol se pone sobre ella se convierte en un espejo. Dicen que el mejor momento para visitarla es en septiembre, cuando el sol ocupa su centro.

Setouchi Aonagi por Tadao Ando

Esta sutileza está también presente en otra piscina relevante. Se trata de la de São Lourenço do Barrocal, un lugar situado en el Alentejo portugués que reescribe las reglas de lo que se entiende como un hotel en el campo. Este ejemplo de posthotel rural, un proyecto de Eduardo Souto de Moura (Pritzker 2011) cuenta con varias piscinas. En torno a ellas hay espacio y silencio. Ese es el lujo, rodearnos de lo que no tenemos. La principal la preside una enorme roca de granito de cuatro metros de altura que remite al nombre: un barrocal es un afloramiento de granito. Esta gran piedra también nos recuerda que aquí la historia y la naturaleza mandan. La piscina para niños, camuflada en el paisaje y realizada en piedra, dinamita lo que conocemos por una piscina infantil. En Barrocal las piscinas son parte del mensaje del proyecto de José Antonio Uva, su factótum: este es un lugar que abraza al pasado para inventarse el futuro. 

São Lourenço do Barrocal por Eduardo Souto de Moura (Foto: Rory Wylie)

Otro ejemplo (diferente) que se funde con el entorno es la del Palacio Bucarelli. Este hotel de Sevilla es una casa-palacio del siglo XVII rehabilitado en el que se ha buscado un espacio para construir una piscina que, lógicamente, no estaba en la construcción original. Aquí aparece la piscina refrescante. En esta piscina pequeña y discretísima, casi un aljibe, encontramos el uso para el que fue inventada y que a veces se nos olvida. Todas las piscinas de los riads marroquíes (más adelante veremos un caso singular), las de la arquitectura del sur de España se han construido con este fin: aliviarse en los meses de calor. Otro ejemplo similar al del Bucarelli es el de la Hermandad de Villalba, un microhotel construído en un pueblo español, en Villalba de los Barros (Extremadura), y diseñado por Lucas y Hernández-Gil. Esta casa de dos habitaciones cuenta con una piscina en un patio que es como un vaso de agua en una tarde de verano.

Palacio Bucarelli

Hermandad de Villalba por Lucas y Hernández-Gil (Foto: José Hevia)El tamaño no es relevante. Las hay muy expresivas, pequeñas como bañeras y muy memorables, grandes como mares. Un ejemplo de gran piscina (en superficie y belleza) es la del de Amangiri, en Utah, que se curva alrededor de 2,322 metros cuadrados. Este hotel (resulta incómodo llamar así a algo tan singular), está en el desierto navajo. El paisaje y la propia cultura nativa mandaban sobre la construcción: aquí no hay hierba verde y los colores turquesas. Aquí hay una escala y una paleta cromática digna de western; la piscina podría haber aparecido en una película de John Ford, si le hubiera dado por rodar en piscinas. Todo aquí está encaminado a lograr el hózhó, que para los navajos es una mezcla de belleza, armonía y equilibrio.

Amangiri

Y al bienestar no siempre se llega a través de la paz y la armonía de los navajos, en la cultura contemporánea también se hace a través de los likes. Esta unidad de medida del pseudo-afecto, también encuentra un vehículo en la piscina. El caso del Riad Yasmine de Marrakech se convirtió en noticia hace un par de años. Su piscina comenzó a ser fotografiada y compartida en Instagram de tal manera que su fama se disparó y el hotel comenzó a ser conocido en todo el mundo y a quedarse sin habitaciones. Una piscina siempre es fotogénica, todas salen bien: las públicas, las infinitas, las finitas, las vacías, las llenas, las tristes... Si, como esta de Marrakech, tiene azulejos bicolores, plantas y se presta a fotografías cenitales, estamos ante la tormenta social perfecta. Otro ejemplo de piscina mediática es la del hotel Manon les Suites, diseñado por Gert Wingårdh, en Copenhague. Pertenece a esa estirpe de piscinas escondidas que impactan porque no te las esperas.

Riad Yasmine (Foto: @miss_anastasia_u)

Manon les Suites

La piscina social es una tipología tan antigua como la propia construcción. Una piscina siempre ha funcionado como aglutinador de gentes. Pensemos en las películas norteamericanas de los años 50, con los vecinos tomando Dry Martini junto al bordillo, en la película El Nadador, en las piscinas de urbanizaciones de Florida, en la de motel de carretera. Hoy, la piscina también facilita y cataliza relaciones. Algunas, como las de los hoteles Freehand, Habita, Soho House o Edition, se enorgullecen de su faceta extrovertida. La del Edition de Barcelona, abierta hace pocos meses, está en la terraza y es el ejemplo perfecto de terraza ociosa y social. Las del de Miami, a ras de playa, también promueven la seducción. Esta palabra es crucial en el universo de las piscinas. En torno a una piscina todo es ligereza. Todo el mundo sonríe cuando está sentado en su bordillo y una sonrisa fácil, de esas que surgen del bienestar, es siempre, siempre, seductora.

*ESTE ARTÍCULO FORMA PARTE DEL VOLUMEN 01 DE LA REVISTA CONTAINER